Sí, lo intento negar a veces, cuando veo que el futuro que me acecha sigue siendo tan oscuro como la economía de este país y pienso que hay millones de cosas más importantes en las que pensar cuando miro mi cuenta corriente y la pasividad que existe en las venas de mis paisanos. Lo oculto, lo maquillo, y me equivoco. Sigo siendo el mismo. A escondidas, en la cama, me vienen los recuerdos de mi infancia, de cómo me aprendí la presentación de Entre Rejas, o cómo cantaba A fuego Vivo con mi hermano. De cómo en el patio del colegio era capaz de interpretar entero el popurrí de Terror Terrorífico, y de lo que envidiaba a esos niños de la peña Nuestra Andalucía que hacían sus comparsas infantiles y juveniles. Intento evitar el acordarme de lo feliz que era cuando mi hermano me llevaba al gallinero del Teatro Falla, de esa sesión de tarde de las Viudas, o cómo iba por la calle como un loco detrás de las agrupaciones para comprar libretos. Intento no acordarme de la Galerada al lado de m
Artículos de opinión